Una tarde cualquiera, de las tantas y tantas que hay en la vida. En el coche después del trabajo voy camino a casa de mi hermana. En la cabeza los problemas del día a día y que hace que tengas que ir a toda prisa;
"- hay que ir al supermercado por que sino esta noche no cenamos, la niña ha dado otro estirón y hay que comprarle ropa, va a caducar la ITV del coche,… Joder!"
Ya apunto de llegar salgo de mi mente y me pongo a buscar aparcamiento, cuando de repente, ¡Flash! Como un fogonazo se enciende una luz de atención en mi celebro. Algo pasa que no me estoy dando cuenta. Una vez aparcado, yo que no soy el tío más espabilado del mundo, me pongo a observar para ver si doy con el motivo de ese sentimiento extraño y al girar la cabeza lentamente, de repente me doy cuenta de que… - todo la calle es de color lila!!!-
Y por fin caigo. Es mayo, estoy en Sevilla y es la Jacaranda (o el jacaranda, según donde lo digas). Y hoy, esta ciudad vuelve a vestirse de gala para darme uno de esos regalos suyos en el mejor momento posible y cuando menos te lo espera.
Gracias Sevilla. De todo corazón.